PHILOMENA Y SUS LECCIONES DE HOY.

Para el pequeño Santi, con cariño.


Y tu, ¿Perdonarías a la hermana Hildegard?

No pretendas evadir la pregunta, antes al contrario, no dejes de formulártela todos los días, es un sano ejercicio que me propongo llevar a cabo de ahora en adelante, y que te sugiero a ti también.

Roscrea es un sitio que desearía olvidar para siempre cualquier persona que haya vivido ahí en condiciones semejantes a las que estuvo sometida Philomena Lee. Pero acaso debamos recordarlo todos los días y no olvidarlo jamás, para que su recuerdo nos ayude a encontrar un camino que en mi opinión hemos perdido y que espero podamos descubrir nuevamente. Me refiero al camino del amor.

El antiguo convento católico Sean Ross Abbey a cargo de las Hermanas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, se encuentra en la ciudad de Roscrea, perteneciente al condado de Tipperary en la República de Irlanda. El 05 de julio de 1952 Phil dio a luz ahí a un bebé ilegítimo. Había ingresado como internada a la escuela de ese mismo convento a los seis años y medio de edad al morir su madre y lo había dejado a los 18. Durante su estancia para instruirse ahí, jamás aprendió cosa alguna acerca de los hechos de la vida, ella misma refiere: “no sabía de dónde venían los bebés...”

Durante la feria del condado ese mismo año que había regresado con su familia, conoció a un chico que una calurosa tarde de otoño le compró una manzana recubierta de caramelo, y con el cual conoció también sensaciones jamás antes experimentadas que le traerían consecuencias que la acompañarían dolorosamente el resto de su vida.

Cuando comenzó a ser obvia su condición, regresó al convento para convertirse en una más de las miles de mujeres que en aquel tiempo eran apartadas de sus hogares y familias, debido a que la Iglesia Católica de Irlanda, lidereada en ese entonces por el Arzobispo John Charles McQuaid, decía que “las madres solteras eran degeneradas morales a quienes no podía permitírseles conservar a sus hijos”. Tal era el poder de la iglesia en ese entonces, que el propio estado se sometió a sus demandas, consintiendo que las monjas fueran responsables de las jóvenes madres y sus bebés.

Para corresponder al “hospedaje y atenciones” que recibían de las monjas, las madres solteras eran explotadas inmisericordemente en el aspecto laboral, con extenuantes jornadas sin descanso lavando ropa o creando artesanalmente rosarios, imágenes y otros recuerdos que se vendían a visitantes del convento. No recibían salario alguno, y solamente se les permitía estar con sus hijos una hora diariamente. El gobierno de Irlanda pagaba a las monjas 1 Libra Esterlina por cada una de las miles de mujeres, y una cantidad un poco menor por los hijos. Bajo estas condiciones debían permanecer por al menos tres años, para considerar saldadas sus deudas por las “atenciones” que recibían.

Finalmente, todas ellas eran obligadas a firmar una renuncia voluntaria a todo derecho sobre sus hijos, el cual transferían enteramente a la madre superiora de Sean Ross Abbey, para que pusiera a su hijo en disponibilidad para ser adoptado por cualquier persona que ella considerara correcto y apropiado, ya sea dentro o fuera del país, además de comprometerse a jamás intentar averiguar absolutamente nada de él, de su paradero, de su nueva familia, y mucho menos hacer cualquier intento de contactarlos o interferir en su vida..., para siempre.

Así fue como una tarde de Domingo que jamás olvidó, en las Navidades de 1955, Philomena Lee fue separada de su hijo Anthony, no le permitieron despedirse, burló la estricta vigilancia de las monjas sólo para observar a través de una reja de hierro cómo era acomodado en la parte trasera de un automóvil negro. Gritó, pero en ese momento el ruido del motor al arrancar opacó el volumen de su clamor. Mientras el automóvil recorría el sendero de salida, ella siempre estuvo convencida de haberle visto pararse en el asiento y dirigir su mirada através del cristal trasero buscando encontrarla.

El filme Philomena, nos permite conocer la extraordinaria, conmovedora y verdadera historia de Philomena Lee, interpretada de manera soberbia por Judy Dench, quien después de pasar por este tormento, guardó celosamente y no exenta de un agudo terror, su culpable secreto durante medio siglo. Al salir del convento fue rechazada por su padre quien no le permitió regresar al hogar familiar debido a la deshonra que les había infligido. El se había encargado de informar a los vecinos, familiares, amigos y a las propias hermanas de Phil, que “se había ido” y que “nadie sabía en donde se encontraba”.

Se licenció como enfermera, contrajo matrimonio en 1959, y tuvo otros dos hijos a quienes quiso decirles acerca de su hermano, pero nunca consiguió reunir el valor suficiente para hacerlo. Guardó el secreto, pero jamás olvidó a su hijo Anthony, rezó por él todos los días, continuamente se preguntaba cómo se las estaría arreglando sin ella, con profundo dolor recordó cada cumpleaños y le atormentaba pensar si habría ido a Vietnam como combatiente y si habría fallecido. Sin decir a nadie se embarcó en una solitaria y desesperada búsqueda, retornó en múltiples ocasiones a Roscrea para solicitar y rogar por ayuda para encontrarlo, y en todas aquellas visitas le fue negada toda clase de ayuda, recordándole el papel que tanto luchó por evitar haber firmado.

Cincuenta años después, un buen día por fin decidió contar su historia a su hija Jane, quien acudió a un periodista y reportero de guerra venido a menos de nombre Martin Sixsmith, para que le ayudara a realizar una extensa investigación con el objetivo de dar con el paradero de su medio hermano, a cambio de los derechos para contar la historia en un libro, que a la postre daría origen a este fenomenal filme. Después de un período de rechazo y reticencia, Martin Sixsmith accedió a encabezar de la mano de Philomena un exhaustivo y detectivesco trabajo que los llevó a ambos por caminos inesperados, callejones sin salida, coincidencias, decepciones, alegrías, y finalmente a un sorprendente y asombroso desenlace.

La principal preocupación, y a la vez el principal temor de Philomena en esta extenuante tarea que emprendió, consistía en saber si Anthony alguna vez pensaba en ella, si él habría realizado algún intento de encontrarla. Los descubrimientos a los que se enfrentó con la ayuda de Martin, le concedieron una respuesta inequívoca a este cuestionamiento.

Los detalles y sorprendentes hechos que pudieron encontrar, no deseo revelarlos para quienes lean esto, y no hayan visto aún la película. Además, en la crónica que encontré tras un poco de investigación, escrita por el propio Martin Sixsmith para el Daily Mail el 09 de enero de 2014, pude enterarme de muchos interesantes detalles que no se nos revelan en el filme, que dicho sea de paso, contó con un buen trabajo de iluminación y fotografía.

Ahora bien, ¿Cuáles son las lecciones que hoy tiene para nosotros Philomena?, cada espectador puede concluir muchas y muy variadas, aplicarlas a su vida y situación particular. Estamos ante una historia repleta de temas, de giros, de puntos de vista, algunos tópicos son ciertamente controvertidos, mueven conciencias, cimbran los cimientos de nuestras creencias religiosas, para quienes las tenemos, y nos confronta y desafía a asumir posturas que serán diferentes en dependencia de la firmeza o debilidad de nuestra fe. Nos hace reflexionar acerca de nuestros valores, la educación de los hijos, cómo vivimos el amor en familia y cómo lo transmitimos a la siguiente generación.

De las muchas conclusiones que podemos obtener, yo destacaría dos temas que me parecen de alta importancia, y que en particular me ocupan el pensamiento. Sobre uno de estos dos temas deseaba escribir desde hace algún tiempo, antes de conocer esta película y esta historia, y ahora encuentro el pretexto ideal para hacerlo.

Al inicio hice una pregunta: ¿Perdonarías a la hermana Hildegard? Y mencioné mi deseo de reencontrar un camino que en mi opinión no estamos transitando por haberlo perdido, el del amor.

Finalmente, a pesar de todo el sufrimiento, de las desgracias, de los horrores de esta historia, Philomena decide en un ejercicio pleno y responsable de su propia conciencia, cuando se enfrenta a la ya anciana hermana Hildegard, responsable directa de muchas de las crueldades que ella sufrió, perdonarla. La hermana Hildegard no estaba arrepentida, no mostró el más mínimo signo de estar convencida de lo que tal vez todos coincidamos en calificar como atroces errores de su congregación y de la misma iglesia, antes al contrario, refrendó su creencia de haber actuado siempre correctamente. Aún así, Philomena dice “yo ya la he perdonado”, a lo que Martin Sixsmith responde encolerizado: “Yo jamás podría perdonarla”

Y tu, ¿Perdonarías a la hermana Hildegard?

En mi opinión, es un acto de amor superior, sublime, proveniente de un ser humano, el encontrar en su interior la fortaleza y la paz que se necesitan para ofrecer esa clase de perdón a sus enemigos, a quienes le han hecho tanto daño y han destrozado su vida, o al menos una parte de ella. Pero además ofrecerlo sin que se lo hubieran solicitado, y sin poner condiciones. Al momento que Philomena toma esa decisión, su calidad como ser humano se eleva a niveles insospechados de grandeza que difícilmente muchos de nosotros, al igual que Martin Sixsmith, estaríamos dispuestos a acceder.

Cuando veas esta película, o si ya la viste, te invito a que te preguntes: ¿Perdonaría yo a la hermana Hildegard?

El otro aspecto al que deseaba referirme, también tiene en su centro mismo al amor. Es delicado y controvertido el tema, habrán opiniones distintas y encontradas. Me refiero al modo en que se enfrenta aún hoy en nuestra sociedad, el hecho de que una pareja de jóvenes, o la mujer en solitario, se encuentre ante una situación de embarazo, y a las consecuencias que de ello se derivan. O aún antes de que eso suceda, cómo abordamos los adultos, padres y formadores, ante los jóvenes de hoy, el tema de las relaciones sexuales antes del matrimonio. O más aún, cuál es nuestra opinión y postura ante la fidelidad conyugal.

Por supuesto que hoy una joven mujer, ya sea sola o respaldada por su pareja y por su familia, no enfrentará los horrores que tuvo que padecer Philomena, sin embargo hoy como ayer y como siempre, sigue siendo un asunto que un amplio sector de la sociedad ve con reprobación y con ignorancia le acomoda etiquetas y estigmas a las personas involucradas, causándoles daño a través del chisme y otras reprobables acciones. En contraparte, otro sector, cada vez mas amplio, se rinde ante la realidad que tiene ante sus ojos, y comienza a verlo como algo natural y esperado ante lo cual ya no es posible ni vale la pena luchar.

En conversaciones con amigos y familiares, es común que asome la pregunta: “¿y tu, ya les dijiste a tus hijos e hijas que tengan cuidado con las relaciones sexuales? ¿Ya tuviste esa plática con ellos?” De innumerables personas he escuchado: “Yo de plano ya les dije que tengan siempre a la mano un condón, siempre es preferible eso, a que arruinen sus vidas”, “imagínate que tengan que casarse y estropeen su futuro y su realización profesional por una tontería”, “es que hoy en día con las enfermedades esas, ¡qué horror!”, “Ay, ya me cansé, si no podemos evitar que tengan relaciones, mínimo que estén protegidos”. Otras personas, padres y madres, manifiestan haberles comprado y entregado personalmente a sus hijos ese dispositivo preventivo de enfermedades y embarazos no deseados. Y me pregunto ¿Es suficiente? ¿Es lo correcto? ¿Ya les habrán dicho a sus hijos lo maravillosas y placenteras que son las relaciones sexuales cuando las tienes con una sola pareja, a la que amas y te entregas y te unes en armonía para formar la mas grande empresa que puede un ser humano llevar a cabo en su vida, que es formar una familia?

Para el gobierno, éste ya es un tema de salud pública preocupante, y entre temporadas de intensa movilización y campañas mediáticas, y otros períodos en los que por mucho tiempo el tema deja de ocupar las ocho columnas y los espectaculares, se mantienen mas o menos vigentes campañas de “educación” sexual, reparto indiscriminado y gratuito de preservativos, y otras acciones, tanto en instituciones de salud, como en las escuelas públicas y privadas.

Recuerdo una reunión en la escuela de mis hijos, cuando decidieron llevar a cabo un programa de “educación sexual” que con el apoyo del Ayuntamiento de Mérida se estuvo realizando en escuelas preparatorias de nuestra ciudad. Nos convocaron a los padres para avisar que se llevaría a cabo, explicar en qué consistía, y solicitar nuestro apoyo para el éxito del programa. Básicamente se entregarían a parejas de compañeros de clase, unos muñecos bastante parecidos a un bebé real, que lloraba a cada rato como lo hacen los recién nacidos, de manera aleatoria podía tocarles uno “tranquilo” o uno francamente “inquieto”, excretaban agua simulando orinarse, había que darles “biberón”, y en general se simulaban todas las “molestias” que ocasiona un bebé recién nacido..., pero se olvidaron de simular las bendiciones y la felicidad que significa traer al mundo a un ser humano de tu propia sangre, de tus propias células, fruto de la unión carnal y absolutamente natural entre dos seres que se aman y que desean tener a ese bebé entre sus brazos, y encaminarlo hacia su propia felicidad.

De inmediato en el auditorio empezaba a oírse: “muy bien hecho, para que aprendan la chinga que es tener a un bebé”, “a ver si así aprenden a protegerse”, “¿Será que con un fin de semana de mala noche, que les arruine la fiesta, bastará para que aprendan la lección?”, “já já, ahora si van a ver lo que es bueno esta bola de cabrones”. Sin decir el motivo, levanté la mano e hice una inocente pregunta: Perdonen, ¿Es obligatorio para los muchachos someterse a esta actividad? ¿Es posible sustituirla por un trabajo de otra índole, tal vez escribir un ensayo, realizar una investigación, o alguna otra que pretenda alcanzar el mismo objetivo?, inmediatamente mi pregunta generó toda clase de murmullos, causó nerviosismo entre las maestras y autoridades de la escuela, hablaron en voz baja entre ellas, dudaron, pero finalmente me respondieron: “Si señor, sí es obligatorio, debe usted comprender que es por el bien de sus hijos, para formarlos en este importante tema y tratar de que se vuelvan mas responsables y sensibles”.

Una señora entonces pidió también la palabra y dijo: “Tiene razón el señor, esto no es formativo, es mas bien deformativo, pretender educar en base al miedo, al terror, mostrando un aspecto completamente irreal de lo que significa tener un hijo y formar una familia, ¿quieren enseñar a nuestros hijos que tener un bebé sólo son molestias, que son una carga, qué van a pensar de nosotros sus padres?”

La señora no tomó en cuenta que yo jamás dije nada de eso, solamente hice una pregunta. Claro que en realidad si estaba yo pensando exactamente en eso que ella dijo o supuso que yo había dicho. Se armó entonces un verdadero relajo, subieron de volumen las voces, muchas voces a favor de que se lleve a cabo la actividad, y pocas, muy pocas en contra. No esperé el desenlace, salí de ahí sin decir más, bastante jaleo ya había armado con una sencilla pregunta sin haberlo deseado. Los chicos tuvieron por un fin de semana completo a sus bebés, se los turnaban entre la casa del varón y de la niña, probablemente pasaron una o dos noches aguantando los llantos, algunos tal vez le turnaron esa tarea a su madre, otros ahogaron los llantos con almohadas mullidas, y quizás algunos hasta se hayan divertido. ¿Habrán los pobrecitos aprendido que los hijos se traen al mundo por amor? ¿Será que les instruyeron acerca de las cualidades que debían observar y buscar al elegir a quien sería su pareja y co responsable en esta actividad? ¿Estaría entre los objetivos de la escuela y del Ayuntamiento fomentar la fidelidad conyugal? ¿Alguien les habrá explicado que las relaciones sexuales son infinitamente mas satisfactorias tanto física como espiritualmente si se llevan a cabo con una sola persona a la que eres fiel, amas con toda tu alma y con la cual has decidido y ambos han consentido formar una familia para el resto de sus vidas, y sobre todo si se llevan a cabo sin el uso de un aparatito de látex? ¿Comprenderán después de realizada esta actividad la importancia que reviste para nuestra sociedad la existencia de familias estables, felices, de personas trabajadoras y productivas? ¿Sabrán ahora que en el seno de familias así, es prácticamente imposible que se generen criminales y delincuentes?

Recuerdo cuando empezaban a surgir las noticias de que alguno de mis compañeros, o tal pareja de amigos o conocidos resultaba que habían decidido casarse. Cuando la gente se olía algo extraño siempre preguntaba ¿Se casan o los casan?, y desde luego que existieron varios y sonados casos que a fin de cuentas resultaron obvios. Pero en particular, de mi círculo cercano de amigos o conocidos, me vienen a la mente tres casos de parejas que tuvieron que adelantar sus bodas. ¿Arruinaron por eso sus vidas como hoy dicen algunas personas? ¿Cancelaron toda posibilidad de realización profesional y humana? Yo estoy convencido de que no fue así, dos de esos tres casos que menciono, hoy forman familias ejemplares, unidas, productivas, amorosas, felices, realizadas, admirables (al menos yo les tengo una gran admiración y cariño), sus hijos hasta ahora resultan ser buenos ciudadanos, estudian carreras interesantes y modernas, aman a sus padres. El tercer caso terminó en divorcio, sin embargo, por conocer a los protagonistas, creo que ese final hubiera sido el mismo de todos modos. En ese desenlace influyó principalmente el carácter y la inmadurez de las personas involucradas, y de ninguna manera creo que el hecho de haber quedado embarazados antes de firmar un contrato o celebrar una ceremonia religiosa, hubiera influido en el resultado.

En lo personal, y a riesgo de parecer anticuado, yo si creo que deba fomentarse y educar a los hijos en la elección adecuada de la pareja con la que piensan compartir el resto de sus vidas, enseñarles que su gozo físico y espiritual será mayor y serán personas inmensamente felices, si aún en contra de las presiones sociales y comerciales, encuentran en su interior la fuerza necesaria para contener sus impulsos hormonales, para liberarlos y entregarse por completo cuando la elección esté hecha y el compromiso sellado, ya sea social, legal o religioso según las creencias de cada quién. Pero de ninguna manera aceptaría que, si hecho ese esfuerzo, no pudieran los jóvenes contener ese deseo, y cometieran ese “error”, deban ser rechazados, etiquetados o señalados por una sociedad enferma.

He llegado a pensar que si a los amigos a los que me he referido, que hoy son familias exitosas, les preguntara si se arrepienten de lo sucedido, estoy casi seguro de que me responderían que no. Y tendrían razón, el resultado está a la vista, su esfuerzo, dedicación, empeño, amor, perseverancia, talento y todas sus muchísimas cualidades, les ayudaron para salir adelante y alcanzar la felicidad como pareja y como familia. Ahora bien, eso tampoco significa que deba fomentarse tomar ese camino como el mejor y más adecuado, estoy también seguro que habrá significado para ellos sacrificios, privaciones y obstáculos que probablemente desearían haber evitado, y que si se les diera nuevamente la oportunidad, lo evitarían.

Bueno, ¡Vaya que la famosa Philomena Lee ya me puso a teclear!, si alcanzaste a llegar hasta este punto sin abandonarme en el camino, te recomiendo ampliamente que veas esta película y reflexiones sobre ella, cuestiona y extrae conclusiones, lo que yo he expresado aquí no es para convencer a nadie ni causar confrontación, es una simple manifestación de opiniones, cada quien tiene las suyas y las respeto mucho, disfruta la vida, ama a tus hijos, ensénales a ser felices, cuidalos y enséñales a cuidarse por si solos, muéstrales sin descanso, sin desvíos, el fabuloso y gratificante camino del amor.


Raúl Asís Monforte González. Copyright © 2014.Todos los derechos reservados  

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