PIRATERÍA
Miraba yo asombrado a aquel
corpulento y pelirrojo norteamericano, sin comprender a ciencia cierta el
motivo que había desatado en él una sonora carcajada que parecía interminable.
David Roberts había venido, para
que mediante un convenio de colaboración profesional entre su empresa y la mía,
instaláramos equipamiento especializado para un majestuoso teatro en la ciudad
de Campeche, que incluyó modernos dispositivos de audio e iluminación entre
otras cosas. Se acercaba el día en que habrían de inaugurarse los trabajos
realizados, estábamos en fase de pruebas, y cabía la posibilidad de que el
Gobernador Hurtado visitase el recinto para supervisar los avances.
Un buen
amigo nos había instruido acerca del gusto del Gobernador por la música de los
Beatles, así que pensamos que podríamos causar un impacto positivo en él si en
dichas pruebas hacíamos sonar al cuarteto de Liverpool a través del nuevo
equipo de audio.
Me detuve un momento a un lado de
la avenida para preguntar al policía que hacía esfuerzos por controlar el
tránsito, si sabría indicarnos un lugar en donde pudiéramos adquirir un CD de
música. Pensativo, llevó un dedo a sus labios, se rascó la cabeza, y atinó a
cuestionarnos: Pero, ¿Desean originales? Porque de esos no sabría decirles,
ahora que de CD’s pirata, si hay varios puestos por aquí cerca.
Confieso, con cierta vergüenza,
que me tomó todavía algunos segundos asimilar la causa de la contagiosa risa de
mi socio y buen amigo, a partir de la respuesta del amable agente de tránsito.
Entonces comprendí lo profundo
que ha llegado y se ha instalado la piratería en la sociedad Mexicana, al grado
de que aceptamos ya como normal y cotidiano un delito tan grave y extensamente
cometido, mientras que aquellos encargados de perseguir y castigar los
crímenes, ni siquiera parecen distinguirlo como tal. Entonces comprendí la
ironía que encerraba todo aquel suceso y la natural reacción en un cándido
extranjero, a quien también le provocaba risa ver un sinnúmero de motociclistas
conduciendo por la ciudad con cascos para jugar béisbol.
Y si no somos capaces de
reconocer, señalar, y en su caso denunciar y perseguir las manifestaciones mas
básicas de la piratería, como son los dispositivos para reproducir música y/o
películas, ¿Cómo sabremos distinguir versionas mas refinadas de este delito?
Si recibes un presupuesto
detallado de un proveedor de servicios, y lo entregas a otro con la finalidad
de que te presente una cotización de menor precio; si por la calle observas una
imagen de marca, y la copias para aplicar a la tuya; si descargas imágenes de
la red y las utilizas con fines comerciales sin el conocimiento y permiso
expreso de su autor; estás cometiendo el delito de piratería.
A propósito, ¿Ya viste la película “Ojos Grandes”? Lástima de la
insuficiente actuación y las deficiencias en iluminación y fotografía, pero
¡qué gran historia!
Raúl
Asís Monforte González
©
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Mérida,
Yucatán a 28 de marzo de 2015.
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