RESILIENCIA


Este fenómeno ha dado origen a las “mega ciudades”, esas enormes zonas metropolitanas que ya se comparan en fortaleza económica y social con naciones enteras. La zona metropolitana de Nueva York cuenta con 8.5 millones de habitantes, un presupuesto anual de 80 mil millones de dólares, genera un PIB de 1.5 billones, y su departamento de policía está compuesto por 40 mil elementos. Con esto aparecen los “mega riesgos” que los gobiernos municipales, planificadores urbanos, y ciudadanos, tenemos que afrontar como uno de los desafíos más importantes que nos haya tocado vivir, y del cual no tenemos otra opción que salir airosos, o perecer.
La fragilidad es definida como debilidad, facilidad que tiene una cosa para romperse, fracturarse o deteriorarse. En términos de planeación urbana, la fragilidad ocurre cuando el contrato social deja de funcionar, y entonces atestiguamos la convergencia de numerosos y variados riesgos, algunos de tipo socioeconómico, como la desigualdad en ingresos, pobreza, desempleo juvenil, o violencia; otros más físicos, como exposición a eventos geo meteorológicos, sequías, ciclones, terremotos e inundaciones.
El antídoto contra la fragilidad, es diseñar y gestionar ciudades con alta capacidad de resiliencia, definida como la habilidad para recuperarse o reponerse posteriormente a la ocurrencia de un fenómeno dañino o catastrófico. Pero, ¿cómo se logra esto? En primer lugar hay que tener un plan, y una estrategia para implementarlo exitosamente con una visión extensa y de largo plazo, en donde la gobernanza es un elemento clave para que esto se haga con continuidad, autonomía y discrecionalidad. Es imperativo trabajar el tema medioambiental con programas efectivos de generación de energía con fuentes renovables, reducción de emisiones, cuidado de la biodiversidad, contar con espacios publicos de calidad, y mejorar la movilidad.
Una inversión inteligente es aquella que se realiza en soluciones integradas y múltiples, las ciudades más exitosas son aquellas que implementan acciones que acaban no con uno sino con múltiples problemas simultáneamente. Debe aprenderse a construir densamente pero sosteniblemente, la muerte de las ciudades es la expansión desbordada.
No hay tiempo que perder, cuando otra ciudad ha tenido una experiencia exitosa, hay que pedirle que comparta esa idea, y con esto cobra importancia el trabajar en coaliciones globales que afortunadamente cada vez son más.
Las ciudades y sus líderes, tienen que asumir sin demora su alta responsabilidad como los nuevos visionarios del siglo XXI.
Raúl Asís Monforte González
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Mérida, Yucatán a 20 de Enero de 2018.
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